Espondilitis anquilosante: señales y tratamiento

La espondilitis anquilosante es una forma crónica de artritis. 
Afecta mayormente los huesos y las articulaciones en la base de la columna donde se conecta con la pelvis. Estas articulaciones resultan inflamadas e hinchadas y, con el tiempo, las vértebras afectadas se pueden unir. 

CAUSAS Y SÍNTOMAS
Aunque se desconoce su origen, los genes parecen tener un rol importante en el desarrollo de esta enfermedad que generalmente comienza entre los 20 y los 40 años -pero puede comenzar antes de los 10 años- y afecta más a los hombres que a las mujeres.
Las primeras señales comienzan con un dolor en la espalda baja que aparece y desaparece, aunque está presente la mayor parte del tiempo a medida que la enfermedad progresa.
El dolor y la rigidez son peores en la noche, en la mañana o cuando se está menos activo y la molestia puede hacer que la persona despierte durante el descanso nocturno.
La parte inferior de la columna vertebral se vuelve menos flexible y, con el tiempo, la posición de pie se hace encorvada con una postura jorobada hacia adelante.
Otras partes del cuerpo que pueden verse afectadas incluyen:

  • Las articulaciones de los hombros, rodillas y tobillos, que pueden inflamarse y doler
  • Las articulaciones intercostales y el esternón, impidiendo la expansión completa del tórax
  • Los ojos pueden presentar inflamación y enrojecimiento (uveítis)

La fatiga también es un síntoma común.
La fiebre leve puede presentarse, pero es menos frecuente.
La espondilitis puede suceder junto con otras afecciones, como:

DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO

Los exámenes pueden incluir exámenes de laboratorio, radiografías y resonancia magnética de la columna y de la pelvis.
El dolor a menudo se alivia con ejercicio o actividad. Los ejercicios pueden ayudar a mejorar la postura y la respiración. Acostarse boca arriba en la noche puede ayudar a mantener la postura normal.
El médico puede recetar medicamentos como los antiinflamatorios no esteroides (AINE) para reducir la inflamación y el dolor.
En casos de dolor más severo se puede recurrir a corticoides y otros fármacos para reducir la inflamación.
El curso de la enfermedad es difícil de predecir. Con el tiempo, las señales y los síntomas reaparecen súbitamente (recaída) o se calman (remisión). La mayoría de las personas son capaces de funcionar bien a no ser que tengan mucho daño en la cadera o la columna. 
Consultar frente a las primeras señales permite realizar el tratamiento en forma precoz y evitar las complicaciones de la enfermedad.

Fuente: Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos

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