¿Ánimo decaído? 5 estrategias para recuperar el entusiasmo

Seguramente en algún momento de su vida haya sentido esa fuerza arrolladora y optimista que se relaciona íntimamente con el entusiasmo, una fortaleza que puede experimentarse como:

  • un sentimiento: “sentirse” entusiasmado,
  • un estado: “estar” entusiasmado, 
  • una actitud: “vivir” con entusiasmo.

Del latín tardío entheosiasmus, la Real Academia Española lo define como “exaltación y fogosidad del ánimo, estar excitado por algo que lo admire o cautive” y también como “adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño”. 
Etimológicamente, este sustantivo de origen griego está formado sobre la preposición ‘en’ y el sustantivo ‘theós’: Dios, por lo que significa: ‘rapto divino’ o ‘posesión divina’. 
Es decir: quien se deja llevar por el entusiasmo es de alguna manera poseído por un dios (o energía) que se sirve de su persona para manifestarse. Eso es lo que, para los griegos, le ocurría a los poetas, a los profetas… y a los enamorados.
Llevado al campo de las fortalezas psicológicas, el entusiasmo se vincula con un motor que excita nuestra voluntad, una energía interna que nos empuja a hacer algo determinado. 
Aunque algunas personas gozan de esta cualidad de modo innato, se trata de una característica que puede ser desarrollada y aumentada a voluntad. 
¿Cómo? Dando el primer paso “a propósito”. Es como poner en marcha conscientemente el entusiasmo para que el bienestar que genera retroalimente el círculo virtuoso.
¿Por qué es importante dar ese primer paso? Porque la persona que vive con entusiasmo…

  • Valora lo que tiene.
  • Disfruta lo que hace.
  • Se mantiene motivada.
  • Actúa con esperanza.
  • Irradia optimismo y confianza.

Si usted trabaja para que las cosas sucedan, es muy probable que sepa cómo vivir con entusiasmo. Si, en cambio, espera que las cosas pasen, desarrollar esta fortaleza íntimamente ligada a la satisfacción personal le permitirá construir la vida plena que merece y desea.

PASO A PASO
Haga foco. El entusiasmo se relaciona proporcionalmente al grado de interés que tiene por la tarea a desarrollar. Elija algo que disfrute, que sienta deseos de hacer. Piense en qué lo enriquece, levanta su espíritu, lo llena de fuerza. Puede ser desde leer un libro hasta ayudar a quien lo necesita, bailar o dar un paseo. No hay límites. Busque dónde está su mayor interés y utilice esa acción como generadora de entusiasmo.
Busque información. Si algo le genera entusiasmo pero no sabe cómo hacerlo averigüe, pregunte, imite, lea, investigue. 
Cuide la forma. Procure impactar positivamente en el ambiente que lo rodea. Elija sus palabras, su tono de voz y su energía; pida las cosas ‘por favor’ y de las gracias; ofrezca su colaboración, deje notas afectuosas en espejos o monitores; sonría, muéstrese bien dispuesto. El entusiasmo es como una pila que puede descargarse. Por eso es tan importante favorecer un entorno que transmita fuerza y aliento. 
Sea creativo. Toda tarea que se realice con ingenio y genere entretenimiento será un motor. Nuestro cerebro se estimula con la sensación de placer y lo agradece produciendo bienestar. Piense estrategias distintas, modos novedosos de hacer o resolver situaciones comunes, invite a la sorpresa a diario. Puede ser en la forma de cocinar, de hacer una tarea habitual. Cualquier acción que lo despegue de la rutina será suficiente.
Sea dedicado. Haga todo con interés y motivación intentando que cada cosa, hasta la más pequeña, quede de la forma más perfecta posible. 
Sea un alumno, siempre. Ser consciente de que uno puede ser un estudiante toda la vida permite vivir en un aprendizaje constante tomando algo bueno de todas las personas y experiencias. Querer aprender evita que la mente se estanque e impulsa a vivir con entusiasmo.

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